Ejemplos de reportajes de investigación

Ver también: Ejemplos de leads para reportajes

I

E reportaje lo recomendó un asistente al Tercer Curso de Actualización en Periodismo de la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP) «Es un reportaje completo», dijo en esa ocasión.

Con una entrada descriptiva, Erick Ortega relata un episodio de lo que sucede en las minas del Posokoni para luego entrar en materia valiéndose de la observación -como se evidencia en su relato-, testimonios, datos y por supuesto, el contexto. Se aborda el tema desde todos los ángulos posibles como el circuito, el negocio, los jucus y los celadores. Y en el remate, Ortega vuelve al inicio con una historia particular para terminar mostrando cifras del robo de minerales, que deja al lector con un sabor que permanece unos segundos, como dice Álex Grijelmo.

En las vetas del cerro Posokoni

Texto: Erick Ortega

Hernán Choque Huanca y Jaime Choque Ramírez hablan delante de una puerta clausurada por donde entraban los ladrones del estaño del Posokoni. Ellos trabajan hasta a 200 metros de profundidad y combaten las horas de silencio mascando coca.
A las dos y media de la madrugada del sábado 19 de mayo, el agua de las calles de Huanuni (Oruro) empieza a congelarse. A más de cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, en el cerro Posokoni, sólo un poco de alcohol y unas hojas de coca en la boca de Froilán Choque sirven para engañar el frío y el hambre.

No hay sonidos, sólo se escuchan los pasos de Froilán y sus nueve compañeros. Un ruido extraño llega a sus oídos. Él da la voz de alarma en un murmullo. Los vigilantes se apoyan en las rocas y apagan las luminarias de sus cascos. A lo lejos se oyen voces y pasos extraños. Pronto una columna de hombres sale de la noche. Parecen expulsados de las entrañas de la montaña. Caminan “como en un desfile de teas”.

Froilán y sus colegas se acomodan cerca de la retaguardia del grupo. Los otros salen y a paso lento se alejan del Posokoni… “Entonces les saltamos y logramos agarrar a los dos últimos de la fila. Les quitamos sus cargas, pero huyeron. Llamaron a sus amigos y nos hicieron correr. En eso, me caí y no sé qué me habré roto”.

Tuvo suerte. No así uno de sus acompañantes, quien cayó en las manos de los jucus (ladrones de mineral). Fue golpeado. Más tarde, lo buscaron por los alrededores hasta que apareció con los rayos del sol. Antes de soltarlo, sus secuestradores le amenazaron con quitarle la vida.

Han pasado ocho horas desde el encuentro con los ladrones. Froilán oculta detrás de unos anteojos oscuros los estragos de la contienda y lleva a sus superiores el informe burocrático del encuentro. Ese mismo día, al caer la noche, tiene que retornar al sitio de vigilancia.Cada día, según los cálculos extraoficiales de la empresa minera Huanuni, dependiente de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), al menos un centenar de jucus —también llamados “lobos”— desangran el Posokoni. Se introducen por los resquicios menos pensados, lanzan sus cuerdas y rescatan el estaño guardado por los trabajadores del subsuelo. “Cada uno de éstos es como el Hombre Araña”, grafica un celador metalúrgico que prefiere guardar el anonimato porque está sentenciado a muerte.

Los puñetes librados con estos personajes se han convertido en una anécdota más. Son tan comunes como el aire asfixiante en algunas galerías interiores del cerro o los golpes de aire en otros pasadizos. “Estamos en tierra del Tío Hilaco —un diablo de unos dos metros de altura sentado y sonriente, con las botas rojas tapadas con la hoja sagrada, con las manos sujetando ocho cigarrillos encendidos y con la ceniza desplomándose—. Acá todo puede suceder sin que sepa el de arriba (Dios)”, sentencia Jorge Choque, del Departamento de Seguridad.

Pérdidas millonarias

Los jucus no sólo atentan contra la integridad física de los vigilantes, también son un dolor de cabeza para los encargados de la compañía extractiva huanuneña.

A la misma hora en que Froilán Choque y sus nueve compañeros escapaban de unos 60 “lobos”, al menos otros 40 entraron por otro sector de la mina y embolsaron todo lo que pudieron. Según las cifras rojas de los administradores, cada ladrón hurtó unos 30 kilos de mineral. Se calcula que esto le costó a la firma más de 343 dólares, cifra que, multiplicada por los cien asaltantes de esa jornada, brinda un déficit estimado de 34.375 dólares en menos de 24 horas.

En Huanuni —50 kilómetros al sudeste de Oruro y más cerca de Potosí que de la capital folklórica—, para nadie es un secreto que el juqueo se hace cada día y noche, aunque la actividad ilegal se incrementa los fines de semana. Uno de los administradores que operan en el Posokoni —calculadora en mano— comenta que en total se pierden unos 900 mil dólares por mes. Él guarda su nombre en reserva porque ninguno de los subordinados se atreve a hablar “oficialmente” de las pérdidas económicas.

En la Comibol tampoco saben qué van a hacer para frenar el robo. “Claro que estamos preocupados y por eso hemos pedido ayuda al Ejército y a la Policía”, se queja el presidente de la empresa, Hugo Miranda. Para él, esta actividad no es un hurto sólo a una mina, sino que es algo que afecta a todos los bolivianos a partir de la nueva política de nacionalización del sector.

Según la firma minera, cada mes el Posokoni genera unos 12 millones de dólares, es decir que el robo estimado de los jucus —los 900 mil dólares que afirmaron los administrativos que hicieron las cuentas con la revista— representa una pérdida aproximada del 7,5 por ciento.Marcos Bravo Ríos, jefe del Departamento de Seguridad Industrial, incluso ha pensado en cercar el terreno por el problema, pero esto resulta ser una “misión imposible”. “Necesitaríamos cubrir más de cien hectáreas en una longitud lineal de 15 mil metros y, además, tendríamos que poner a un hombre que cuidara por cada dos metros. Acá esta lógica no funciona”.

Pese a todo, la Gerencia no se cruzó de brazos. “Hemos tomado todas las medidas de protección. Hay vigilancia en el interior del socavón y en la superficie”. Una fuerza conjunta sui géneris ha entrado en escena: policías, militares y porteros mineros.

Estos últimos se ubican en el subsuelo y en las afueras de la colina, en tanto que casi un centenar de uniformados “verde olivo” y los 80 soldados del Ejército se encuentran en sus inmediaciones. Los efectivos militares, según cuenta el comandante Ricardo Villafuerte, únicamente tienen la misión de “dar seguridad a los diferentes ambientes de la empresa”, y no están facultados para retener a los jucus. Sólo la institución del orden público y los celadores pueden atraparlos y es ésa la que, en última instancia, los deriva a la justicia ordinaria.
Siendo una fortaleza que parece inexpugnable, ¿cómo es posible que se robe mineral de este sitio? “Lo que pasa —revela Bravo, jefe del Departamento de Seguridad Industrial— es que estos ladrones trabajan junto con algunas personas que supervisan el lugar. Nosotros no podemos entrar en los corazones de unos cuantos que por fuera dicen que nos están ayudando pero por dentro siguen haciendo estas cosas”.

Negocio fallido


Las ganancias totales de los jucus no guardan relación con las pérdidas de la empresa. Es decir, en el mercado “oficial” el estaño se negocia a un precio más alto que el pagado a los ladrones recurrentes del mineral.

Mientras que cada libra cotizada en el mercado internacional cuesta seis dólares y 25 centavos (unos 50 bolivianos), en los mercados de Oruro y Huanuni se paga a los “lobos” 20 bolivianos, es decir, menos del 50 por ciento de la cotización extranjera.

Las empresas intermediarias (que compran ilegalmente a los jucus) son las que en última instancia se benefician con el robo. Por ejemplo, éstas adquieren cien libras de estaño a 13.375 dólares y las revenden por 34.375: tienen una ganancia líquida de 20.625 dólares, sin sufrir ningún riesgo en el interior del Posokoni.

Según la Unidad de Vigilancia del cerro Posokoni, en los últimos meses se han multiplicado las casas de compra de estaño que requieren el trabajo de los “lobos”. Marcos Bravo, del Departamento de Seguridad —con más de dos décadas de experiencia— asegura casi resignado: “Los únicos que perdemos con el negocio somos nosotros”.

El circuito

Nelson Gutiérrez se ha enfrentado con los jucus en más de una oportunidad y ya tiene idea de cómo funciona el asunto. “Nos hemos dado cuenta de que la vigilancia tiene un toqueo con los ‘lobitos’ renegados que entran y salen por Cataricagua”. Traduciendo las palabras del minero: los cuidadores del macizo avisan a los ladrones dónde está el mineral recolectado y luego éstos entran a recogerlo en mochilas; después se lo llevan a Cataricagua, población a unos 10 kilómetros de distancia, más conocida como el “centro de operaciones” de los asaltantes.

Hay una prueba irrefutable al respecto. “Cuando hay cambio del grupo de celadores —cuenta Gutiérrez, quien ha hecho un seguimiento del caso—, en esa media hora es cuando más entran los ‘lobos’. Trabajan hasta el relevo del siguiente conjunto, y en ese tiempo salen con el estaño”. Así, con el enemigo en el mismo socavón y el Ejército haciendo sólo acto de presencia, la oportunidad de evitar el robo de metales está vestida de “verde olivo”. No obstante, las quejas más frecuentes de la Gerencia y los porteros de la mina apuntan al trabajo de la Policía.

Los reportes diarios de estos últimos

—de acuerdo con lo comprobado por Domingo— dan cuenta de la retención por parte de los vigilantes de al menos un jucu por día. El detenido es remitido a la unidad policial, situada a la entrada de la empresa. Ahí suele permanecer ocho horas encerrado, por orden del Código de Procedimiento Penal, y después es exonerado de cualquier culpa. El precio de la libertad es, según lo afirma un ex ‘lobo’, 200 dólares. La revista buscó la contraparte de los oficiales asentados en la firma metalúrgica, pero ellos no tenían órdenes superiores para poder hablar.

En Huanuni, el único que declaró fue el mayor Fernando Villarroel, quien en mayo era novel en el cargo. “Hasta el momento no tengo conocimiento del robo de minerales. Sabemos que hay gente que trabaja en esto, pero en los 10 días que estoy aquí no se ha arrestado a nadie”. El retén que trabaja en el pueblo está conformado por ocho efectivos, en tanto que los involucrados con el yacimiento natural bordean el centenar de personas.

El fiscal de la localidad, Rafael Vargas Villegas, quien lleva tres meses en su oficina, sostiene que una vez a la semana hay algún procesado por este delito. “Tomamos declaraciones en presencia del abogado y lo remitimos al juez cautelar para que se abra un cuaderno de investigaciones para establecer las responsabilidades”.

Con el Código de Procedimiento Penal en la mano, el representante del Ministerio Público indica que “la sanción por el hurto de minerales no pasa de los cuatro años de cárcel, aunque a veces esto se une a otras figuras penales: por ejemplo, cuando el culpable es sorprendido en el interior de la mina, está el allanamiento, lo que empeora la pena por el ingreso en una propiedad estatal”. Pese a lo que dictan las normas, hasta ahora no se conoce de algún jucu cuyo proceso haya llegado a la sentencia final, es decir, encarcelamiento.“Como usted verá —se lamenta el vigilante Marcos Bravo Ríos—, este problema se nos escapa de control, ya no podemos confiar ni en nuestra sombra”.

El nacimiento de los “lobos”

A comienzos del siglo pasado, las vetas del Posokoni pertenecían al consorcio Huanchaca. Después fueron propiedad del magnate Simón I. Patiño, y tras la Revolución Nacional de 1952 y la posterior nacionalización en el rubro retornaron al poder de la Comibol. A mediados de los 90, con el auge de las privatizaciones, fueron gestionadas por la asociación inglesa-india Allied Deals, bajo el modelo de un contrato de riesgo compartido. En 2001 fueron a parar a la Empresa Minera Huanuni RBG, dependiente de una firma liquidadora inglesa, la Grand Thornton. En junio de 2006 volvieron a poder de la estatal minera.

En todo ese tiempo, los “lobos” estuvieron presentes; sin embargo, vivieron su auge en la época de la quebrada Allied Deals. Desde esos años, la montaña fue dividida en dos: la parte de arriba para los cooperativistas, y los socavones inferiores fueron adjudicados a los asalariados. Mientras que los primeros trabajaban por su cuenta, los otros estaban bajo las órdenes de los empresarios.
Pero el detonante que en octubre de 2006 ocasionó el enfrentamiento de ambos sectores fue accionado por los primeros, que decidieron ingresar en el subsuelo. El otro sector, compuesto por 820 personas, se enfrentó con los más de cuatro mil invasores. La guerra por el Posokoni dejó 16 muertos y el Estado decidió incorporar a los cooperativistas a la empresa. Es decir, ahora todos los mineros “legales” son asalariados y explotan todo el cerro y, en especial, la parte subterránea.

No obstante, los mineros cooperativistas que no aceptaron integrarse a la Comibol decidieron trabajar por su cuenta. Hoy, nadie saca de la cabeza de la Gerencia que éstos son los jucus que los están desangrando.

Pese a que en primera instancia se decidió admitir a los ex cooperativistas, algunos se dedicaron a robar mineral y fueron separados de la firma. Sin embargo, hoy existe una suma de pedidos de estos ex trabajadores para retornar a su fuente de trabajo, empero, en todas las oficinas del Posokoni un letrero —sellado por los encargados— advierte de que no hay puestos laborales disponibles.

Vida de jucu

“Los ‘lobos’ andan sucios, tienen la cara llena de barro, sólo se les ve el color blanco de los ojos y su equipo de trabajo es casero”, dice José Luis Calle, quien fue un jucu años atrás. Cuenta que los que fueron cooperativistas “conocen de memoria el ‘hormiguero’ (recovecos del interior de la mina) y ya tienen sus contactos”.

No es un trabajo fácil, “es sumamente peligroso porque estás con la susceptibilidad de que te agarren o que te ocurra algún accidente y no puedes dejar nada a tu esposa o a tus hijos”. En los últimos cinco meses se supo que dos ladrones de mineral fueron hallados sin vida en los túneles del Posokoni, aunque los asalariados apuestan que hay más víctimas anónimas y perdidas en alguno de los innumerables huecos.

No cualquiera puede ser jucu. Este “hombre araña” debe tener la habilidad para bajar pendientes rocosas con unos 80 grados de inclinación usando sólo sus manos, o con las extremidades cubiertas con guantes de lana. Para trepar sobre estos precipicios inclinados —algunos son de hasta 30 metros de profundidad— también emplean sus codos y llevan atada la mochila, que puede pesar entre 30 y 50 kilos cuando está cargada con el apetecido estaño.

El rescate del mineral les lleva entre dos y seis horas, dependiendo de lo complicado del terreno y de la rapidez para burlar a los vigilantes. Un “lobo” trabaja dos o tres veces a la semana. Y siempre hay juqueo porque son innumerables quienes desangran al Posokoni. “Éstos han hecho cientos de huecos por todo el cerro”, ilustra Hugo Miranda, actual presidente de la Comibol.

Pese a que suelen emplear dinamita en sus incursiones, los ingenieros no creen que el cerro se venga abajo. A fin de cuentas, suponen, son ex cooperativistas que conocen el manejo de los explosivos y los sitios donde pueden actuar impunemente.

Además, ser jucu es una labor que hasta el año pasado era una exclusividad de los varones, pero hace un mes los vigilantes atraparon a una joven de 17 años que salía de la mina con una bolsa de 30 kilos de estaño en la espalda. Según cinco cuidadores metalurgistas, últimamente estos personajes se equipan con cuchillos, dinamita y armas de fuego. Y entre estos grupos, los más temidos son los “Cherokees”. Se trata de una pandilla cuyo líder tiene el cabello hasta la cintura y de la que se cuenta que incluso ha atacado a otros “lobos”.

Los miembros de la organización suelen copiar la imagen del jefe, quien se ha convertido en una leyenda sin nombre. Por su apariencia física y sus peleas a puño limpio, o con cuchillos, la organización fue denominada como aquella formación de indios estadounidenses que se enfrentaron con los ingleses y los colonizadores. Por ello, los vecinos de Huanuni aconsejan que cuando alguien vea a un extraño de cabello largo, mejor huya.

El diario vivir del celador

Hernán Choque Huanca tiene miedo de que un día los “lobos” lo maten. Él ha pasado los últimos seis meses “correteándolos” o apretando el timbre de alarma para que un grupo de vigilantes los atrape. Los “lobos” se han cansado de él. Fue amenazado y, por eso, el temor recorre su cuerpo cansado con medio siglo de vida. “Hace unos días nos enfrentamos dentro de la mina y ellos nos han dado una paliza”.

Los amedrentamientos de los ladrones son de cuidar. Hace un tiempo, relata Froilán Choque, éstos agarraron a un minero vigilante y lo golpearon. Después, el asalariado fue ahorcado con una cuerda y soltado cuando lo dieron por muerto… pero éste seguía vivo. Las mujeres no se libran de las amenazas. Una de ellas —quien controla el ingreso y la salida de la mina— fue lastimada por ellos cuando caminaba por las calles de Huanuni.

En los enfrentamientos que ocurren al interior del Posokoni suele suceder que los celadores llevan las de perder y, por eso, los encargados de seguridad les han recomendado que, si están en inferioridad de condiciones numéricas, apaguen de inmediato las linternas de sus guardatojos (cascos que protegen la cabeza de los desprendimientos de rocas en el socavón).

En la entrada principal hay focos ubicados cada cinco metros aproximadamente, en tanto que en las galerías más subterráneas sólo hay iluminación en las casuchas de los trabajadores y, si por algún accidente se quemara la bujía del guardatojo, el sitio queda más oscuro que la negrura que hay al cerrar los ojos en una noche sin luna.

Pero volviendo a las batallas entre ladrones y vigilantes, esto no sólo es cuestión de número. Mientras los “lobos” portan cuchillos y armas de fuego —según los relatos de los cuidadores—, los celadores sólo están munidos de su fortaleza física. En la asistencia médica de la compañía, los partes médicos dan cuenta de los heridos por las peleas. En seis meses, la única víctima mortal entre los trabajadores del Posokoni fue uno que estaba cerca de la “jaula” (una especie de ascensor para cuatro personas que baja desde la superficie hasta 200 metros del subsuelo). El minero quiso evitar la fila para entrar en el cuadrilátero y, mientras daba una vuelta a la celda, fue pillado por este artefacto. El impacto era el mismo que haber sido arrollado por un ascensor en movimiento.
Aparte, los jucus no respetan otras propiedades en la mina. Suelen entrar en las casuchas de los obreros, que están a 80, 160 y 200 metros bajo tierra. Estas viviendas internas son pequeños socavones de unos cinco metros de profundidad por tres de ancho. Una luz anuncia el sitio donde se encuentra cada uno, en los que hay puertas de retazos de madera que tienen como agarrador un mango de un envase plástico vacío de aceite.

Adentro están colgados dos alambres que hacen las veces de percheros y sostienen chamarras y pantalones. En el fondo se encuentran botellas desechables; mientras que las colillas de cigarro son la alfombra sucia de los sitios. La humedad es la reina silenciosa de éstos; “radio” y “televisión” son palabras huecas. No hay espacio para ninguna cama y los dos mineros que habitan el espacio visitado por Domingo pasan las horas de descanso sentados sobre rocas, mascando coca y fumando cigarros.

“Acá es donde pasamos nuestros ratos libres. No hay nada, pero aun así los ‘lobos’ ingresan a robarnos. Varias veces hemos tenido problemas. Nos hacen maldades: cortan las chapas y nos hurtan la ropa que está colgada”, se queja Rubén Inocente Jucra.

Hay más datos para alimentar la bronca de los administrativos. Mario, un obrero que prefiere el anonimato, dice que los jucus y los trabajadores de la empresa se conocen. Es más, algunos de ellos son amigos y entre sí se ayudan para el robo del mineral. Aparte, en Huanuni están convencidos de que la mayoría de estos personajes vienen de las comunidades ubicadas en el norte de Potosí, en especial Llallagua. Ésta es la causa de que la Gerencia no confíe “ni en su sombra”.

A la hora de actuar, los “lobos” han decidido establecer su “cuartel general” en Cataricagua. Pero, para vivir, ellos eligieron Huanuni; es decir, ladrones y vigilantes son vecinos. Estos últimos tienen miedo de las represalias y por eso cuidan sus identidades. Además, no pueden detenerlos porque necesitarían pruebas de sus delitos o al menos pillarlos con las manos en el estaño.

Visualmente es fácil distinguir a los jucus de los mineros asalariados. Los jucus lucen deportivos gastados y cascos semidestrozados, en tanto que los otros tienen un uniforme azul dotado por la Comibol.

Campo de batalla

En los alrededores del Posokoni no existen vestigios de plantas. Sólo hay tierra y piedras en un cielo abierto que suele azotar con ventarrones que hacen tiritar hasta a los mineros más veteranos. La temperatura está bajo cero en las noches. Los vigilantes que andan a la intemperie están con el cigarrillo encendido y una bolsita de coca. En las horas nocturnas, cuando no se divisa la Luna, el cielo es oscuro como boca abierta de muerto. Es cuando se encienden los focos de los guardatojos.

En el campo de batalla hay huecos de unos tres metros cuadrados que hicieron los jucus con dinamita. Estos sitios desencadenan en “rajas” (formación natural como acantilados) que, a su vez, desembocan en el interior de la mina. Allí, la oscuridad es total y sólo sirve la luz del casco, y cuando ésta se apaga sólo sirve tantear el sitio hasta encontrar ayuda.

Cada vigilante tiene botas para combatir el barro que se genera en el suelo. A veces, cuando hay problemas con la bomba de agua, el líquido moja hasta las rodillas, entonces una especie de arena atrapa los pies y hay que hacer un esfuerzo adicional para caminar. Los jucus entran —en general— con zapatos deportivos. El olor a tierra recién mojada acompaña cada resquicio de la oscuridad y se impregna desde la entrada al socavón hasta la salida de la mina…

El amanecer del sábado 19 de mayo llegó con cansancio para Froilán Choque. Cuenta que después de dejar el informe a los superiores dormirá “un poco”. Por la noche debe estar listo para entrar en batalla. “Los jucus entran cada día a la mina, a ver si esta noche sí podemos agarrar a uno”.

El sábado 19 de mayo, unos cien “lobos” entraron en la mina de Huanuni. Cada uno robó hasta 30 kilos de estaño. Se calcula que dejaron una pérdida de 34.375 dólares. El déficit mensual asciende al menos a 900 mil dólares

FUENTE. http://www.laprensa.com.bo/noticias/10-06-07/10_06_07_alfi5.php
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IIEl trabajo de Roberto Navia ganó el premio Ortega y Gasset 2007 de Periodismo de Investigación y el Fondo Concursable de Periodismo de Investigación de la Fundación UNIR Bolivia, por lo que las razones para ser escogida como un ejemplo sobran. Con una frase fuerte para comenzar su entradilla, Navia desentraña un secreto a voces: la vida de los bolivianos en Sao Paulo y Buenos Aires.

Esclavos Made in Japán

Compran ‘bolitas’ a precio de ‘gallina muerta’
Trata. El rentable negocio del tráfico de humanos lleva a los bolivianos a devorarse sin piedad

Texto: Roberto Navia Gabriel
Fotos: Clovis de la Jaille

Todo es real. Hay explotación laboral, trata de personas y reducción a servidumbre. Existe retención indebida de documentos, niños trabajando, promiscuidad sexual y tuberculosis. También se registran jornadas de trabajo que duran más de 20 horas, salarios miserables a cambio de un cuartucho, un raquítico plato de comida y, sobre todo, hay muchas máquinas de coser.

Todo ello ocurre a diario y sin frenos en los cientos de talleres de costura clandestinos, camuflados en casas de familia, que operan de lunes a domingo en las ruidosas ciudades de São Paulo y Buenos Aires que aterran a los miles de bolivianos que, sentaditos en las máquinas de coser, están siendo sometidos a un sistema de esclavitud que no es un secreto y que ya no avergüenza a ninguna autoridad, a no ser que uno de los tantos desgraciados muera trágicamente.

Las víctimas son los bolivianos pobres y desempleados que sobreviven en los rincones olvidados del país. Pero también son bolivianos sus verdugos que ejecutan técnicas persuasivas para arrancarlos de sus lugares y llevarlos con engaños a esas tierras lejanas donde, en vez de llamarlos por sus nombres, les dicen ‘los bolitas’, y donde los encierran para que costuren cientas de prendas de vestir, desde las siete de la mañana hasta las dos o tres de la madrugada del día siguiente.

Los consulados que Bolivia tiene en ambas ciudades revelan cifras aterradoras: de más de un millón de inmigrantes bolivianos, muchos viven bajo este régimen en Buenos Aires. Lo mismo sucede en São Paulo, donde hay cerca de 80.000 inmigrantes.

Como es de suponer, esto lo saben las autoridades en Bolivia, pero también lo saben sus pares en Brasil y Argentina, la Iglesia católica y también la Policía. Pero el viaje de tres semanas que hice a São Paulo y a Buenos Aires, no sólo sirvió para escuchar a esas fuentes oficiales, sino, y sobre todo, para meterme en el ‘estómago de la bestia’, es decir, internarme en la vida de esos hombres y mujeres, aquellos morenitos de baja estatura, livianitos de peso y de cabeza gacha, para comprobar y escuchar sus historias y también las historias de los dueños de los talleres y descubrir cómo se origina y cómo crece y se fortalece ese tráfico de ‘carne humana’, cuyo movimiento económico, por ser tan grande, nadie ha podido medir todavía.

La persona que me ayudó a ganar la confianza de los involucrados, de los buenos y de los malos de esa película de terror, fue Charly -su nombre es Marco Antonio Hinojosa (62)- aquel hombre que con el paso de los años dejó de parecerse físicamente a la estrella hollywodense de los 80, Charles Bronson, para ahora asemejarse al presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva.

“Quiero que cuenten todo a este periodista que vino de Bolivia”, les decía con su voz imperativa y ronca a los bolivianos que habían sido rescatados de aquel mundo sin Dios, como ellos lo llaman. A Charly lo respetan porque él les ayuda a tramitar ante el Consulado sus documentos de radicatoria y en detectar y llevar al hospital a los compatriotas que tienen síntomas de desnutrición y de tuberculosis.

Una treintena de testimonios revela que fueron reclutados con engaños en Bolivia a través de anuncios que se emiten por radio, prometiéndoles vivienda y alimentación como la gente, y un sueldo de 300 dólares por trabajar ocho horas diarias. Pero nada de eso ocurre. Cuando llegan a la ciudad les quitan sus documentos y les dicen que no salgan a la calle porque la Policía Federal odia a los inmigrantes y que los llevarán a la cárcel. Les dan la triste noticia de que la paga no será por mes, sino por prendas, entre 0,10 y 0,30 centavos de dólar por cada costura; y les recalcaban que no recibirán ningún sueldo hasta que no terminen de pagar el pasaje que les costearon desde Bolivia.

Al pasar por la casa número 404 de la rua (calle) Cajurú en el barrio Belén de São Paulo, nos saluda temeroso un muchacho de 25 años con traza de costurero, (tiene la misma pinta que los otros compatriotas que entrevisté días y horas antes). Parado detrás de las rejas de fierro de esa vivienda, dice que se llama Ríder Mamani Limachi y que es paceño.

Era cerca de la una de la tarde de un acalorado sábado de junio y el boliviano empezó a quejarse de que no podía salir de esa casa porque su patrón se había llevado la llave, que siempre que se ausenta hace lo mismo porque no quiere que sus empleados salgan y porque desconfía que le vacíen la casa donde funciona el taller de costura. “Sólo si me duele mi muela, le digo que tengo que ir a hacérmela sacar”, comenta resignado.

A Yenny Mendieta (23) la encontramos refugiada en la Pastoral del Migrante de la rua do Glicério 225. Vomitó una historia que dice que necesita olvidar. Ella salió embarazada de La Paz hace un año y medio hacia São Paulo con el nombre de Zulma y su marido Limberg Nogales (24) como Teodoro. De los apellidos ya ni se acuerdan porque dicen que eran raros.

A finales de 2004 fueron tentados por un anuncio radiofónico, que escucharon en la ciudad de El Alto, para viajar a Brasil como costureros. Se contactaron con un tal Eduardo, que les prometió una vida con mucho futuro. «Empezaron a suceder cosas raras desde un comienzo», recuerda Yenny Mendieta. La mujer se refiere a los carnés que le entregó Eduardo a ella y a su marido, los que en realidad pertenecían a otras personas. Los nombres eran ajenos y también las fotos. «Pero esa gente extraña se parecía a nosotros», afirma con una voz que a cada minuto baja de volumen.

Recuerda que el primer día de trabajo fue tal como habían convenido en Bolivia, pero después les exigían que se queden hasta la una de la madrugada y luego hasta las dos. Después resultó que no les darían sueldo hasta que paguen los 180 dólares que habían gastado en los pasajes de cada uno, pero nunca terminaban de cubrir esa deuda.

En realidad, aclara, que solamente salió una vez de esa casa cuya dirección nunca pudo memorizar, horas antes de que su bebé pataleara para salir de su vientre. La llevaron caminando y escoltada por dos hombres a un hospital que quedaba a seis cuadras del taller. Dio a luz un viernes, a su hijo lo llamó Ayrton (igual que al corredor de Fórmula 1 de apellido Senna); el sábado volvió a su centro de reclusión, descansó el domingo y el lunes ya estaba de nuevo sentada al lado de su máquina de costura.

«El tal Eduardo me reñía cuando me levantaba para dar de chupar a mi bebé, es por eso que lo crié con mamadera, porque el patrón dijo que prefería darme un vale de 20 reales para la leche. Él mismo iba a comprarla porque yo tenía prohibida la salida”, rememora.

Cuando terminaron de pagar la ‘deuda’, el marido de Mendieta logró que le den permiso para salir un sábado en la tarde. Se encontró con otros bolivianos y visitó sus casas y en una de ellas escuchó a través de una radioemisora conducida por bolivianos que aconsejaban que no tengan miedo a la Policía y que podían caminar por las calles de São Paulo. «Fue como despertar. Nos dimos cuenta que habíamos estado encerrados 10 meses», dice Mendieta y muestra una sonrisa que la tenía archivada desde que salió de Bolivia, escapando del desempleo, pero que, como sucede con miles de bolivianos, afirma que se encontró con una vida de perros.

Ellos agachan el lomo y otros disfrutan los billetesLos bolivianos son los que hacen el gasto físico y sus patrones y los patrones de éstos -que en muchos casos son ciudadanos coreanos- son los que se llevan las ganancias. La cadena de explotación es la siguiente, según una veintena de testimonios entre autoridades consulares y de Derechos Humanos: un costurero gana entre 10 y 30 centavos de dólar por cada prenda, el dueño del taller recibe cerca de $us 2 del propietario de la mercadería, que es el que le encarga que le costure miles de prendas y éste las vende a los mercados en por lo menos $us 20.

La cooperativa La Alameda y la Unión de Trabajadores Costureros de Buenos Aires, revelaron que fabricantes de primer nivel se valen de este sistema de explotación para obtener fabulosas ganancias a costa de la servidumbre de los costureros y sus familias.

FUENTE: http://www.eldeber.com.bo/esclavos/esclavos1.html
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III y IV

El reportaje es el subgénero más rico del periodismo por su posibilidad de combinar noticia, crónica, entrevista, etc., en un mismo texto, lo dijo Mabel Ascui en una entrevista con John Arandia. Esto se puede apreciar muy bien en estos dos reportajes que escribió Carlos Morales, editor de política del periódico La Prensa y docente en la Universidad Católica Boliviana (UCB). Morales se infiltró en la secta Moon para sacar información sobre la relación de ésta con el entonces candidato presidencial eneferista Manfred Reyes Villa.

El autor utiliza una entradilla textual que va al centro de la información para atrapar al lector y valiéndose de un relato ágil, desglosa el tema enriqueciéndolo históricamente para que el texto se entienda como una unidad en sí. Se pueden apreciar también el uso del off de record, diálogos y el uso de la primera persona en el relato, este último un recurso poco utilizado.

La secta Moon interviene abiertamente en las elecciones bolivianas. Apoya al candidato de la derecha con reales posibilidades de ganar

Por Carlos Morales

El máximo líder de la secta Moon en Bolivia, Seiichiro Sagawa, reveló que esa organización religiosa estableció una estrecha relación política con el candidato presidencial de Nueva Fuerza Republicana (NFR), Manfred Reyes Villa. La Prensa obtuvo esa infidencia luego de que un equipo periodístico logró infiltrarse en la estructura que la asociación tiene en La Paz y Cochabamba.

«Queremos bendecir el trabajo de Reyes Villa y por eso vamos a postularlo como Embajador de la Paz», afirmó Sagawa luego de intentar convencer a este cronista para que se una a las filas de la secta, cuyo fundador es el polémico reverendo coreano Sun Myung Moon.

El templo de Moon

Un enorme cartel del periódico Tiempos del Mundo se encuentra colgado sobre la pared del templo que la secta Moon tiene en la esquina de la calle Pasteur y la avenida Heroínas. Lo pude divisar a una cuadra de distancia mientras me encontraba caminando, un tanto perdido, aquella cálida tarde del otoño cochabambino.

Un cartelito colocado en la puerta amarilla del edificio despejó todas mis dudas: «Federación de Jóvenes», un nombre clásico en la red, detrás de la cual está la Iglesia de la Unificación del Cristianismo Mundial. Respiré hondo, controlé mis nervios y toqué el timbre. Una estudiante universitaria abrió la puerta y preguntó —amable— a quién buscaba. Le dije, entonces, que buscaba a Sagawa. «Espere un momento, ahora lo llamo».

Pasaron varios minutos, casi 10, diría yo, antes de que la misma muchacha me invitara a pasar al interior del establecimiento. Las paredes llenas de posters y fotografías de Moon me confirmaron que estaba en el lugar correcto. Adentro me esperaba una hermosa joven japonesa que en un perfecto castellano se identificó con el nombre de Motoko. Nos sentamos en una pequeña sala de estar. Dos minutos después aparecieron Sagawa y su esposa. Con un té caliente de por medio, comenzamos una larga conversación. Después de indagar en torno de las razones que me habían llevado hasta ese lugar, Sagawa y su esposa explicaron los pormenores de su doctrina religiosa. Lo más interesante vendría después.

El templo Moon está a poco más de dos cuadras de la Universidad Mayor de San Simón. Me sorprendió que varios jóvenes entraran y salieran mientras yo mantenía aquella indiscreta charla con los Sagawa. Casi 30 estudiantes universitarios se encuentran recluidos en esa sede viviendo en comunidad.

Fue el momento en que vino la primera definición del trabajo que realiza hoy la secta Moon en el país. «Abajo trabajamos con los jóvenes, arriba lo hacemos con los políticos, empresarios, militares y líderes de la sociedad», dijo Sagawa en un cerrado japonés que Motoko tradujo a la perfección.

Era el momento preciso para entrar en materia. ¿Con qué políticos han tomado contacto?, pregunté casi ingenuamente. Sagawa sonrió y miró nervioso a los ojos de Motoko. «Varios, varios», dijo sin precisar. Después explicó que el ex presidente Hugo Banzer fue el principal «amigo» de la Iglesia.

No era para menos. El 13 de julio de 1978 Banzer le daba la personería jurídica a la secta Moon, a través de la Resolución Suprema 188103.

«¿Y ahora?», insistí. «Una misionera coreana de nuestra Iglesia tomó contacto con Manfred Reyes Villa», afirmó sin más. Confieso que me sorprendió. Sagawa no ahorró adjetivos para mostrar su satisfacción con el líder eneferista. «Es uno de los líderes renovadores de la política en Bolivia». Claro, claro, asentí sin mayor convicción. Y, agregó: «Su padre fue un militar anticomunista», explicó. Se refería al general Armando Reyes Villa, ministro de Defensa durante la narcodictadura militar que el dúo del terror, Luis García Meza y Luis Arce Gómez, instalaron en el país en julio de 1980. Fue durante aquel régimen militar que el segundo hombre de Moon, el general coreano Bo Hi Pak, llegó a La Paz para «bendecir» al flamante gobierno de facto.

Moon envió cuatro millones de dólares para apuntalar la acción militar. Todo un aporte.

Conscriptos que realizaron el servicio militar en aquellos oscuros años cuentan que Arce Gómez, a través de Reyes Villa (padre), obligaba a los soldados a leer El Principio Divino, la Biblia de la secta Moon. La caída de García Meza abortó los planes que Moon tenía para la expansión de la secta en Bolivia. 20 años después, la secta está de regreso. Y nuevamente tiene ambiciosos planes en su non sancta alforja misionera.

Embajador de la Paz

«Queremos bendecir el trabajo de Reyes Villa», aseguró. La Iglesia de la Unificación otorga una condecoración especial a los líderes de todo el mundo que trabajan por la paz. «Vamos a postularlo como Embajador de la Paz». Los elegidos reciben la condecoración de manos de Moon en una celebración que cada año se realiza en Washington con «ilustres» personalidades del stablishment internacional.

Reyes Villa viajó hace unos meses a Washington para tomar contacto con funcionarios del gobierno de George W. Bush. El Washington Times, el periódico de Moon, lo puso en tapa y resaltó su figura. La familia Bush tiene una vieja «amistad» con el reverendo Moon, quien puso varios millones de dólares en la campaña de los republicanos.

Una fuente de la Cancillería alertó, en diálogo con La Prensa, que la secta Moon tiene como práctica en el mundo la compra de candidatos y gobiernos con fines que van más allá de los estrictamente religiosos. «Pueden constituir un peligro para la seguridad nacional», aseguró.

Si bien la organización está legalmente establecida en el país, el gobierno lleva a cabo un minucioso seguimiento de sus actividades. La secta Moon carga sobre sus espaldas un frondoso prontuario de vinculaciones con el tráfico de armas, lavado de dólares y otros negocios.

Sagawa dudó por unos segundos antes de continuar. Y trató de atenuar los elogios: «Ellos (los eneferistas) nos buscan por votos, pero nuestra tarea es mostrar el camino de santidad que tiene la Iglesia de la Unificación».

Por lo que explicó Sagawa, los «contactos» entre la secta Moon y NFR van por varias vías. Un estudiante que vive en la sede de la Iglesia «nos puso en contacto con un profesor universitario que trabaja en la campaña de NFR».

El testimonio de Sagawa confirmó otro que este medio obtuvo en La Paz días antes del encuentro en la sede de la calle Pasteur.

Un almuerzo con el pastor Juan Monasterios Márquez permitió conocer al detalle los «contactos» que la secta mantiene con la principal estructura política de NFR.
«Tenemos dos contactos directos con Reyes Villa», dijo Monasterios. En la lista mencionó al dirigente Omar Méndez.

El pastor también coincidió en destacar que el capitán Reyes Villa y el actual presidente Jorge Quiroga eran los líderes de la renovación política del país.

Monasterios explicó los planes de la secta en la sede de gobierno: «Queremos trabajar desde el Estado». Señaló entonces que la Iglesia de la Unificación buscaba modificar el artículo 3 de la Constitución Política que garantiza el monopolio religioso de la Iglesia Católica. Aseguró haber presentado un proyecto de ley en ese sentido ante la Comisión de Culto del Parlamento.

Monasterios reveló, finalmente, su intención de participar directamente en las próximas elecciones.

Tiempos del Mundo, un periódico «moonie»

El reverendo Sun Myun Moon pronunció un encendido discurso a sus adeptos en 1975. Allí les dijo: «Yo soy vuestro cerebro. Dentro de un tiempo mis palabras se van a convertir en ley, y los presidentes y reyes de la tierra se van a postrar a mis pies». Para eso, Moon levantó una inmensa organización que abarca casi todos los planos de la sociedad.

En ese esquema, Moon se preocupó por contar con una compleja red de medios de comunicación a través de los cuales poder transmitir su doctrina religiosa y política.

La principal cadena de medios de la secta Moon se denomina News World Corporation. El periódico estrella del conglomerado es el Washington Times, segundo diario de la capital estadounidense después del The Washington Post. A diferencia de éste, el periódico de Moon es rabiosamente conservador y nostálgicamente anticomunista.

En 1996, la ambición por influir en los países de América Latina llevó a Moon a extender los brazos del Washington Times a través del periódico Tiempos del Mundo, que se publica cada 15 días en 18 países de la región, entre ellos Bolivia.

El periódico se edita en las redacciones centrales ubicadas en Miami y Buenos Aires. Después, cada país incluye en su cuerpo una edición local.

Al acto de inauguración de Tiempos del Mundo en Buenos Aires asistió como invitado especial el ex presidente estadounidense George Bush, padre del actual mandatario de ese país.

El director del periódico en Bolivia es el general retirado Jaime Guzmán Balza, un militar ligado a sectores ultraconservadores del Ejército.

Guzmán Balza asegura que el periódico mantiene una línea independiente de las actividades de la secta Moon. Sin embargo, reconoce que el propietario de todo el grupo de medios es el polémico reverendo. Éste es el diálogo que mantuvo con La Prensa:

—Miembros de la secta Moon aseguran haber entablado relaciones con Manfred Reyes Villa, ¿usted qué opina?

—Bueno, eso es cosa de ellos. Nosotros no tenemos nada que ver con las actividades de la Iglesia. Es posible que la Iglesia, como tantas otras, busque establecer un contacto con NFR y otros partidos, pero eso no tiene nada que ver con nosotros.

—¿Qué relación tiene Tiempos del Mundo con la secta Moon?

—Trabajamos con la más absoluta independencia. No tenemos nada que ver con las cuestiones religiosas, nuestro trabajo es estrictamente periodístico.

—Pero Moon es el propietario del periódico, ¿no es cierto?

—Bueno, el reverendo Moon es el fundador y el propietario de la corporación News World Corporation, que lanzó el Washington Times.

—Y éste, a su vez, es dueño de Tiempos del Mundo…

—Sí, así es.

—Sin embargo, uno de sus reporteros, Fernando Valdivia, encabeza el denominado Grupo Colegiado de Periodistas de NFR…

—Este penoso asunto lo hemos aclarado oportunamente a través de una solicitada. Nuestro periódico no se responsabiliza por las actividades que realicen sus empleados fuera de la oficina. Además, él asegura que sólo se trató de un exabrupto. Después del incidente le pedí explicaciones a Valdivia y le recordé que el único que puede hablar a nombre del periódico soy yo.

—¿Cuáles son los planes de Tiempos del Mundo?

—El mercado de La Paz es muy pequeño y competitivo, pero queremos crecer. El grupo del Washington Times ampliará la cobertura en todos los países de América Latina.

Fuente: Diario La Prensa. 21-6-02.

El regreso de Moon
Por Carlos Morales

Sun Myun Moon tiene hoy ochenta y dos años de edad. Vive en NuevaYork junto a su esposa Hak Ja Han Moon. Desde allí maneja los hilos de la mayor y más peligrosa secta religiosa del mundo, la autodenominada Iglesia de la Unificación del Cristianismo Mundial. Moon cree que, después de Jesucristo, él es el nuevo Mesías, el salvador del mundo. Moon y Hak Ja Han son considerados por la doctrina como los «verdaderos padres» y tiene un poder omnipotente sobre sus seguidores

Desde su fundación en 1954, la secta Moon se extendió por más de 120 países y cuenta con más de dos millones de adeptos. Rabiosamente anticomunista, la organización se convirtió en el brazo parareligioso de la Central de Inteligencia americana, CIA. En los años setenta y ochenta, la secta estuvo detrás de varios golpes de Estado ocurridos en América Latina. El entonces dictador Hugo Banzer le abrió las puertas de Bolivia en 1978 concediéndole personería jurídica para realizar sus actividades en el país.

Banzer conoció personalmente a Moon, con quien mantuvo estrechos vínculos políticos. Pero la intervención más directa de Moon en Bolivia se llevó a cabo en julio de 1980. Los hombres de Moon colaboraron y financiaron el golpe de Estado encabezado por los generales Luis García Meza y Luis Arce Gómez. El 25 de julio, ocho días después del sangriento golpe, el general coreano Bo Hi Pak llegaba a La Paz para «bendecir» la naciente narcodictadura militar.

Una investigación del periódico Los Tiempos y la revista alemana Stern reveló que Moon aportó con cuatro millones de dólares. Además, prestó cuadros de la secta a través de la filial boliviana de la Confederación de Asociaciones para la Unidad de las Sociedades de América (CAUSA), principal organización anticomunista de la época.

Varios de ellos trabajaron hombro a hombro con el criminal nazi Klaus Barbie quien, para ese entonces, fungía como Teniente Coronel ad-honorem del Ejército boliviano bajo el alias de Klaus Altmann Hansen. «Por fín el Padre Moon va a tener un país y pondrá su trono en la ciudad más alta del mundo. Moon no quiere morir sin haber alcanzado la cumbre del poder en algún país y ha dado instrucciones a sus seguidores para que trabajen en ese sentido», afirmó Bo Hi Pak después de su corta estadía en La Paz.

Arce Gómez recibió personalmente a Pak en el aeropuerto de El Alto. El neofascista francés Emilio Carbone, enviado a Bolivia para colaborar con Barbie, preparó para él una gran recepción en el hotel Sheraton.

Según el investigador español José Rodríguez, también colaboraron en la organización el periodista Enrique Crespo, yerno de Jorge Carrasco Jansen, el ex director de El Diario, y los extremistas internacionales Alfredo Mingolla, Stefano delle Chiaie, Álvaro de Castro, Maurice Napoleón Leclerc y Joachim Fielbelkorn. Asistieron las principales figuras del establishment político y militar de la época.

Los hombres de Moon habían expresado entonces que el reverendo coreano tenía «grandes planes» para Bolivia. En los meses siguientes al golpe cincuenta mil ejemplares de El Principio Divino llegaron a La Paz procedentes de Uruguay (donde la secta ya contaba con una editorial) en aviones de la Fuerza Aérea estadounidense. Los libros sagrados de Moon fueron repartidos en varios cuarteles de las Fuerzas Armadas, que obligaron a los conscriptos a leerlos y memorizarlos detenidamente. Moon y la CIA trabajaban codo a codo en el marco de la Guerra Fría.

En 1980, Bolivia debía convertirse en otra ficha más del tablero ideológico de Moon, pero la caída de García Meza en noviembre aborta sus planes. Ese año, el reverendo se retira del escenario boliviano pero mantiene intacta su amistad con el general Banzer y sus seguidores.

Con la llegada de la democracia, los moonies no tuvieron buena cabida en el país, por lo que tuvieron que bajar su perfil de infiltración.

En Bolivia, ninguno de los gobiernos se animó a quitarle su personería jurídica por los antecedentes que la secta cargaba sobre sus espaldas.

El segundo desembarco

Un equipo periodístico de La Prensa logró infiltrarse en los templos que la secta tiene en La Paz y Cochabamba. Una extensa conversación mantenida con el líder de la organización en Bolivia, Seiichiro Sagawa, permitió a este medio conocer los planes de expansión de la organización para los próximos años.

«Queremos construir una ciudad», lanzó Sagawa para sorpresa del cronista de Domingo.

Con lujo de detalles, el líder religioso explicó que la secta tiene previsto la compra de terrenos en el extremo sureste del departamento de Santa Cruz. Específicamente, en los alrededores de la localidad de San Matías. El punto elegido no es casual. Se trata del Pantanal boliviano, una zona riquísima en recursos naturales y biodiversidad.

A cien kilómetros de San Matías, sobre territorio brasileño, se encuentra Jardim, una hermosa ciudad con más de 20 mil habitantes. Jardim se ha convertido en los últimos dos años en el centro neurálgico del desembarco de Moon en la región. Allí, la secta cuenta con un hotel, un centro de convenciones, granjas agropecuarias, un teatro, un campus universitario y una gran cantidad de tierras. La Iglesia coreana invirtió 25 millones de dólares en Jardim para la construcción de un inmenso complejo religioso. El año pasado, Moon y su esposa visitaron el lugar para inaugurar un Congreso de misioneros provenientes de todos los puntos del planeta. «Es la tierra prometida», dijo Moon a sus seguidores.

A doscientos kilómetros al suroeste de Jardim, sobre territorio paraguayo se encuentra Puerto Casado. Hace dos años, la secta compró literalmente toda la ciudad. 52 mil kilómetros cuadrados, una superficie mayor al Líbano, había sido adquirida por la organización. Una inmensa protesta de los pobladores congeló el avance de la secta pero puso en alerta a las autoridades locales.

En mayo pasado, los ministerios de Defensa de Brasil y Bolivia mantuvieron una reunión de trabajo en San Pablo. Ambos gobiernos trataron temas referidos a la seguridad amazónica y el intercambio militar-tecnológico. Al finalizar el encuentro se firmó un acuerdo bilateral. Brasil incluyó un último punto fundamental: solicitó a sus pares bolivianos información sobre las actividades de la secta Moon en la frontera de ambos países.

Fuentes del Ministerio de Defensa consultados por Domingo para este informe señalaron que Brasil y Bolivia trataron el tema como un problema de seguridad regional. Los informes de inteligencia advierten con preocupación la inusual expansión de la secta en la zona. Al parecer, la organización tendría un plan de corto y largo plazo. El gobierno brasileño detectó la infiltración de miembros de la secta en organizaciones indígenas y presuntas organizaciones de investigación científica. Los informes gubernamentales alertan que los moonies estarían presionando a los indígenas para que avancen en sus demandas secesionistas y de autodeterminación. «Buscan poner en cuestión la soberanía estatal sobre un territorio estratégico», graficó la fuente militar.

Además, advirtieron que la secta podría estar ligada con transnacionales farmacéuticas interesadas en el tráfico de biodiversidad (especies vegetales) con un altísimo potencial biogenético.

En los planes de la secta estaría unir los tres puntos geográficos para formar el «Triángulo del Edén», donde Moon podría -finalmente- tener su reino tan preciado. La zona también es especialmente sensible en términos de seguridad por su cercanía con la denominada triple frontera un nido de terroristas, ávidos por la compra y el tráfico de armas.

«Están trabajando por la desmembración de los Estados y ése ya no es un problema religioso sino de la seguridad nacional», afirmó la fuente.

Las fuentes militares consultadas por Domingo señalaron, además, que Brasil teme por la posibilidad de que detrás de Moon hayan otras manos con intereses más complejos. Recuerdan que Moon y su organización trabajaron estrechamente en los años setenta y ochenta con la CIA norteamericana cuando la secta trabajó denodadamente contra el comunismo internacional.

Muerto el comunismo, Moon se quedó sin su enemigo global. Por eso, la secta estaría sufriendo una transformación en sus objetivos. La pelea podría ser ahora por la tierra, la biotecnología, el tráfico de armas y otros negocios transnacionales.

Llamativamente, las autoridades gubernamentales han detectado una importante migración de misioneros coreanos. Recordaron, entonces, que en 1997 se desató un escándalo cuando un grupo de misioneras japonesas intentaron trasladar 80 mil jóvenes a Estados Unidos para llevar a cabo un matrimonio colectivo. Un año antes, durante una visita secreta que realizó a Bolivia, la esposa de Moon puso en marcha Tiempos del Mundo, el semanario que la organización tiene en 18 países de la región, y dictó seminarios sobre la doctrina Moon a más de 10 mil jóvenes seguidores.

El general retirado Jaime Guzmán Balza es el director del semanario. Guzmán asegura que el periódico trabaja con absoluta independencia respecto de la secta. Sin embargo, reconoció que «Moon es el propietario de todo el grupo de medios al que pertenece Tiempos del Mundo».

«Vamos a fundar la ciudad de las siete religiones», dijo Sagawa durante el diálogo que mantuvo con este cronista infiltrado. Y explicó que en dicho espacio tendrían lugar las grandes religiones monoteístas del mundo, incluídos los católicos.

El dato despertó la preocupación de la Dirección de Culto de la Cancillería. Su director, Augusto Fozati, advirtió que ninguna Iglesia u asociación religiosa puede realizar tareas que vayan más allá del culto y los estatutos establecidos por ley. «Establecerse en un determinado punto del territorio es un asunto muy serio porque estarían planteando la idea de un Estado dentro de otro Estado. Eso es ilegal», dijo Fozatti.

Otras fuentes gubernamentales alertaron que miembros de la secta se estarían infiltrando en otras organizaciones religiosas. «Son maestros para mimetizarse y pasar desapercibidos», afirmó. Una posible vinculación con la Iglesia Presbiteriana está siendo investigada por efectivos policiales.

Desde el EstadoOtro colaborador de Sagawa en Bolivia, el reverendo Juan Monasterios Marquez anticipó que la secta tiene pensado «trabajar desde el Estado», por lo que impulsan la reforma del artículo 4 de la Constitución que garantiza el monopolio religioso de la Iglesia Católica.

Con ese objetivo en mente, los miembros de la secta mantienen contactos y relaciones de alto nivel con líderes políticos, militares y empresarios de toda índole. En ese marco, Sagawa reveló a Domingo que la organización estableció un estrecho vínculo con el candidato presidencial por Nueva Fuerza Republicana (NFR), Manfred Reyes Villa. «Queremos bendecir su trabajo y pensamos postular su persona para la condecoración de Embajador de la Paz», dijo el reverendo.

Un dato que no parece menor es que también en 1996, el mismo año en que la esposa de Moon visitó Bolivia, Reyes Villa fue el padrino de matrimonio de un casamiento colectivo de más de 800 parejas que se realizó en la localidad de Tarata.

Las fuentes recuerdan que Reyes Villa visitó hace unos meses la ciudad de Washington para tomar contacto con el gobierno del presidente estadounidense George W. Bush. El periódico moonie Washington Times le dio una cobertura especial al evento.

Las fuentes gubernamentales consultadas por Domingo advirtieron que es una práctica muy extendida de la secta la compra de candidatos y gobiernos en todo el mundo.

Desde NFR niegan rotundamente la versión. La senadora de NFR por Cochabamba Jenny Riveros rechazó cualquier tipo de vinculación de su partido con la Iglesia de la Unificación. «Somos católicos», aseguró. Riveros es la recaudadora de fondos para la campaña de Reyes Villa en la ciudad del Valle. Ella afirma que las fuentes principales de financiamiento son los militantes, los propios candidatos, los fondos de la Corte Nacional Electoral y empresarios amigos. «No recibimos ni un peso de la secta Moon», resaltó.

¿Los muchachos del Bombón?

El 10 de mayo, Día del Periodista, Manfred Reyes Villa preparó un asado de confraternidad con el gremio. El acto fue organizado por el autodenominado Grupo Colegiado de Periodistas de NFR cuyos miembros son activos militantes de ese partido insertos en diferentes medios de comunicación

Uno de ellos, Fernando Valdivia, es el editor general de Tiempos del Mundo, el periódico de la secta Moon.

El director del periódico rechazó cualquier vinculacion de Tiempos del Mundo con NFR ni con la organización del reverendo Moon. Guzmán Balza se vinculó con Tiempos del Mundo a través de un misionero japonés que en 1996 le propuso dirigir ése medio de comunicación cuando él estudiaba sociología en la Universidad Mayor de San Andrés.

-¿Cuáles son los planes de Moon para Bolivia?

-Bueno, él tenía grandes proyectos para nuestro país, pero lo malo es que no había seguridad para las inversiones. Moon quería invertir en emprendimientos agropecuarios, bienes raíces. Quería comprar tierras e inmuebles.

Guzmán Balza jura que no tiene nada que ver con Reyes Villa. Sin embargo, fuentes militares consultadas por este medio señalaron que Guzmán Balza podría estar formando parte de una logia militar-policial que habría establecido la conexión entre la secta y el partido de Reyes Villa.

El reverendo Juan Monasterios le confesó a Domingo que su organización tomó contacto con varios generales y ex miembros del Ejército y la Policía para mostrarles las bondades de la doctrina Moon.

En dicha lista aparecen el ex general Guzmán Balza, el ex general Freddy Balderrama, el ex capitán Antonio Achá y el ex coronel Carlos Rodrigo Lea Plaza.

Según las fuentes consultadas por este medio, Balderrama es uno de los jefes de seguridad de Reyes Villa.

Achá fue compañero de promoción de ex el alcalde cochabambino y Lea Plaza tuvo una participación central durante la dictadura de García Meza como jefe del Comando de Operaciones del Ejército.

En diálogo con Domingo, Lea Plaza rechazó cualquier vinculación con NFR ni con la secta Moon. «No tengo nada que ver con la política, estoy dedicado exclusivamente a la actividad agropecuaria», aseguró. Lea Plaza tiene 850 hectáreas de tierra en la provincia Marbán del departamento de Beni.

Uno de los mayores especialistas en sectas del mundo, el periodista español José «Pepe» Rodríguez, no descartó que haya una relación entre Reyes Villa y la secta Moon. Recordó que el padre de Reyes Villa formó parte de la dictadura de García Meza, durante la cual floreció Moon en Bolivia.

La transnacional Moon

Pero a Moon le sobra dinero para llevar a cabo sus objetivos estratégicos. Para llevar a cabo su misión religiosa, Moon ha levantado uno de los imperios económicos más importantes del mundo. Sus negocios terrenales controlan fábricas de armas, transnacionales farmacéuticas, empresas navieras y pesqueras, puertos, medios de comunicación y bienes raíces.

Los estudios consultados por Domingo señalan que la organización Moon es más que una secta religiosa: se trata de una transnacional neofascista donde confluyen los negocios e intereses más oscuros del planeta como el tráfico de armas y el lavado de dólares.

«Es una organización que puede ser peligrosa para los demás por su credo exaltado y extremista», afirmó el ex ministro Mario Rueda Peña.

La preocupación por las actividades secretas y autoritarias de la secta nació en 1974 en Estados Unidos, cuando el reverendo Moon pide al pueblo norteamericano que «perdone» al presidente Richard Nixon por el escándalo Watergate. Un grupo de seguidores de Moon se concentró en las puertas del Capitolio para respaldar al líder republicano que había sido descubierto en una impresionante trama de tráfico de influencias. Pero lo peor -para los planes de Moon- vendría después.

En l977, el Congreso de los Estados Unidos investiga los peligros de los nuevos movimientos religiosos. El representante Donald Fraser conduce la investigación y, en octubre de l978, se da a conocer un cuidadoso y frondoso informe que pone al descubierto las actividades políticas y económicas de la secta Moon.

El informe señala que Moon tiene control sustancial sobre las actividades económicas, políticas y espirituales de la organización en el logro de las metas por él fijadas. Que entre dichas metas se cuenta el establecimiento de un gobierno mundial donde sea abolida la separación entre Iglesia y Estado y que será dirigido por el reverendo y sus seguidores. Para ello la secta Moon se ha dedicado, con diferentes grados de éxito, a ganar el control o establecer negocios u otras organizaciones seculares en Estados Unidos y donde sea.

El Informe Fraser revela que la secta controla contratos importantes en la industria de defensa coreana, estando encargada de la producción del fusil M-16, antiaéreos y otras armas, y busco extender su licencia para exportarlo; que trato de tomar el control de «Diplomat National Bank» mediante maniobras en la compra de acciones en nombre de miembros de la Iglesia de la Unificación, y que la secta Moon usa su ‘Iglesia’ y otros componentes exentos de impuestos para sostener sus actividades políticas y económicas, y sistemáticamente viola las leyes norteamericanas en materia impositiva, de inmigración, de banca, de cambios y la Foreign Agents Registration Act (que obliga a inscribirse en un registro a los que actúan en nombre de gobiernos extranjeros), y otras leyes estatales y locales relativas al fraude en la caridad, y que todas estas violaciones legales se realizan con miras a alcanzar las metas de ganar poder temporal.

En ese momento, salen a la luz las primeras evidencias sobre el uso de técnicas de persuación coercitiva o «lavado de cerebro» que Moon y su secta practican para reclutar miles de jóvenes en todo el mundo.

Acosado por las investigaciones de su entorno, a fines de los años setenta, Moon resuelve replegarse hacia América Latina y España. En Argentina, Moon apoya el golpe militar encabezado por Jorge Rafael Videla y en Paraguay, trabaja para el dictador Alfredo Stroessner. Pero será Uruguay el centro más importante para la expansión de la secta Moon. Allí compra una imprenta, varios periódicos y el Banco de Crédito. Se consolida así la expansión sobre América del Sur.

La asunción del actor republicano Ronald Reagan en la presidencia de Estados Unidos en noviembre de 1980 revitalizaría los contactos y la influencia sobre la Casa Blanca. Una constante de la secta es su estrecha vinculación con los hombres del Partido Republicano. Nixon inició la saga, Reagan continuó por el mismo camino que, luego, seguiría la familia del hoy presidente estadounidense George W. Bush.


Videos, seminarios y algo másLa especialidad de la secta en La Paz son las familias. La sede ubicada en la calle República Dominicana cuenta con todos los equipos y tecnología para llevar a cabo seminarios y cursos de preparación de los adeptos.

Allí me recibió el hermano David. Allí me presenté como un médico interesado en poder ingresar a la Iglesia con mi familia.

«No se preocupe, le vamos a dar algunos cursos antes de ingresar a nuestra Iglesia», señaló.

Después de explicar los alcances de la doctrina Moon, el religioso me invitó a pasar a una sala de video donde podría ver una filmación especialmente preparada para los visitantes.

La sala tendía cinco cabinas de madera, con una silla, un televisor y un videograbador. «Siéntese, verá un video de veinte minutos sobre El Principio Divino», señaló.

Me senté, nervioso, frente al televisor. David salió de la sala y me dejó completamente solo.

Un pastor argentino apareció en la pantalla explicando las bondades de la religión del reverendo Sun Myun Moon.

Al finalizar el video, salí de la sala y busqué a David. No estaba por ningún lado. «David, David, David», lo llamé insistentemente pero no aparecía. Pasaron cinco largos minutos. Temí que no vendría más y comencé a dudar sobre la posibilidad de salir de aquel templo de Moon.

Gracias a Dios David apareció. Me despedí, salí de la sede Moon y me alejé lo más rápido que pude. Pensé que lo mejor era hacer otro tipo de reportajes.

Fuente: Diario La Prensa. 21-6-02.

Ver más: Menem y Moon. La historia del Mesías y su imperio

Otro reportaje muy recomendado, cuya edición digital no puede hallar en la red titula La rinconada, bolivianas prostituidas en la mina peruana, de Miguel Gómez. Salió en el suplemento Domingo de La Prensa el 22 de abril de 2007. Si alguien puede facilitármela se lo agradeceré mucho.

Nota.- Si el material te fue útil, te pido que me lo hagas saber. También si tienes otros ejemplos u observaciones a las que expuse en este muy largo post. Tu opinión será muy importante para enriquecer nuestros conocimientos.

4 comentarios en «Ejemplos de reportajes de investigación»

  1. Hola!

    Soy periodista y estoy preparando un trabajo de análisis sobre reportajes de investigación. Me gustaría saber si alguno de estos reportajes (muy interesantes) tuvo consecuencias; hubo cambios, arrestos, vaya, si se hizo justicia.
    Muchas gracias!

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